El cuento escrito por Carol:
"Fueron las noches de 1920 las que mi abuelo no olvidó. El jueves en que se enamoró a primera vista, se despertó a las 6. A las 7, ya había tomado el barco. Llevaba todo lo necesario para irse de su país: una cabeza llena de problemas. Arriba, se puso su sombrero verde. Debía parecer un duende triste, como ahora (pero joven).
El humano promedio no sabe armar una valija. Está el que no incluye las medias, el que deja el cepillo de dientes. Mi abuelo se olvidó del corazón. La noche anterior se lo había sacado. Lo incomodaba para dormir, le daba pesadillas. Y lo encerró en una caja de vidrio, que no trajo a Montevideo. Por eso, merecía encerrarse. En vez de a la playa, se dirigió al hotel.
Pero apenas llegó, la vio. Llevaba un sombrero más hermoso que el suyo. Y la quiso. Sucedió una noche en el Hotel Carrasco, y varias más. Era la mujer de su vida. Él lo sabía, lo supo siempre, lo supo cuando la miraba a la cara y cuando le sacaba la ropa, mientras mi abuela lo esperaba en Buenos Aires".
"Fueron las noches de 1920 las que mi abuelo no olvidó. El jueves en que se enamoró a primera vista, se despertó a las 6. A las 7, ya había tomado el barco. Llevaba todo lo necesario para irse de su país: una cabeza llena de problemas. Arriba, se puso su sombrero verde. Debía parecer un duende triste, como ahora (pero joven).
El humano promedio no sabe armar una valija. Está el que no incluye las medias, el que deja el cepillo de dientes. Mi abuelo se olvidó del corazón. La noche anterior se lo había sacado. Lo incomodaba para dormir, le daba pesadillas. Y lo encerró en una caja de vidrio, que no trajo a Montevideo. Por eso, merecía encerrarse. En vez de a la playa, se dirigió al hotel.
Pero apenas llegó, la vio. Llevaba un sombrero más hermoso que el suyo. Y la quiso. Sucedió una noche en el Hotel Carrasco, y varias más. Era la mujer de su vida. Él lo sabía, lo supo siempre, lo supo cuando la miraba a la cara y cuando le sacaba la ropa, mientras mi abuela lo esperaba en Buenos Aires".