Aunque estos cambios no modifican el lenguaje audiovisual en su estructura, sí reconfiguran sus formas de circulación y la manera en que las audiencias acceden a los contenidos. Comprender este escenario es fundamental para los profesionales de la comunicación audiovisual y cinematográfica.
En este entorno digital dinámico, se redefinen prácticas de producción, distribución y visualización, mientras se consolidan nuevas lógicas de segmentación y programación que responden a públicos más activos y específicos.
Este artículo analiza tres dimensiones clave de este proceso: qué es el streaming y cómo ha modificado las dinámicas del sector; qué es el sonido y cuál es su función expresiva en las producciones actuales; y algunos casos recientes que reflejan tendencias representativas en el ámbito de las plataformas digitales.
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Qué es el streaming y cómo cambió la industria
La distribución de contenidos audiovisuales por Internet ha ganado un lugar central en los hábitos globales de acceso y visualización, abarcando formatos tan diversos como películas, series, documentales, videojuegos y emisiones en vivo.
El streaming es una tecnología que permite reproducir contenidos multimedia en tiempo real sin necesidad de descargarlos por completo.
La expansión de los contenidos audiovisuales se vincula estrechamente con el desarrollo del streaming.
Para comprender el alcance de este fenómeno y sus implicancias en la industria, es necesario explorar qué es el streaming, cómo funciona y qué transformaciones ha generado en las formas tradicionales de producción y distribución audiovisual.
La Enciclopedia Británica define qué es el streaming describiendo en principio la forma en que esta tecnología permite la transmisión de contenidos multimedia a través de Internet: fragmenta los datos en pequeños paquetes que son decodificados de manera continua por las aplicaciones del usuario final, lo que optimiza la visualización en distintos tipos de redes y dispositivos.
Desde su surgimiento, esta tecnología ha transformado los mecanismos tradicionales de distribución audiovisual, permitiendo una circulación global más directa y flexible de los contenidos.
Su adopción masiva también ha influido en los modos de producción, promoviendo ajustes en los tiempos, formatos y estrategias de segmentación pensadas para audiencias específicas, obligando a los distintos actores de la industria a adaptarse a un entorno digital dinámico y competitivo.
El artículo de la Enciclopedia Británica que define qué es el streaming también recorre su desarrollo histórico desde los primeros experimentos técnicos en los años noventa hasta su consolidación como formato dominante en la distribución de contenidos.
Iniciativas como RealAudio de RealNetworks (1995) y el surgimiento de plataformas como YouTube (2005), Netflix (2007) o Spotify (2008) marcaron hitos clave en esta evolución. Cada una de estas propuestas adoptó distintos modelos de distribución digital, desde videos bajo demanda hasta música y transmisiones en vivo.
Así se diversificó el acceso a los contenidos, ampliando sus públicos sin modificar por ello las estructuras narrativas tradicionales.
Las plataformas de video bajo demanda como Netflix, Amazon Prime, Disney+ o HBO Max han desempeñado un rol central en la reorganización del mercado audiovisual global.
A través de catálogos amplios, disponibilidad multiplataforma y estrategias de producción de contenidos originales, estas empresas modificaron los tiempos, circuitos y formatos tradicionales de distribución.
En paralelo, servicios con estructuras de redes sociales como YouTube, Twitch o TikTok impulsaron otros modelos de circulación de contenidos, donde predomina el consumo breve, en vivo o interactivo, con lógicas narrativas más asociadas a lo televisivo o lo performático.
Según el informe Perspectives from the Global Entertainment & Media Outlook 2024–2028 de la consultora internacional PwC, el streaming de video por suscripción superó globalmente en ingresos a la televisión por cable en 2023, consolidándose como el principal canal de acceso audiovisual, alcanzando más de 1.600 millones de suscripciones a fines de 2024.
Esta reconfiguración de la industria contempla una transformación en los hábitos de acceso y visualización, los sistemas de monetización y la organización de la oferta, ahora orientada por métricas, algoritmos y segmentación de audiencias a partir del análisis de grandes volúmenes de datos sobre sus preferencias y comportamientos.
El streaming ha influido en los modos de producción, no tanto por transformar el modelo industrial tradicional, sino por las nuevas formas de financiamiento del audiovisual.
En muchos países se percibe una mayor profesionalización del sector y una progresiva adecuación a esquemas de producción propios de industrias consolidadas, como la estadounidense o la europea.
En este escenario, algunos realizadores y técnicos de países con menor peso en la industria global han accedido a nuevas oportunidades de participación en proyectos internacionales, tanto desde la producción local como desde la coproducción. No obstante, este crecimiento no ha garantizado mayor autonomía creativa ni un aumento sostenido en la producción nacional.
En este nuevo escenario, comprender qué es el streaming requiere también considerar su impacto en la economía creativa y en las dinámicas entre creadores, plataformas y audiencias. Los criterios tradicionales de éxito, como la taquilla o el prime time, han sido complementados y hasta desplazados por nuevas métricas como la retención de usuarios, las visualizaciones acumuladas y la eficacia de los algoritmos de recomendación.
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Fundamentos del sonido en producciones audiovisuales
El análisis de las transformaciones en la producción y distribución de contenidos audiovisuales no estaría completo sin considerar qué es el sonido para este ámbito creativo, un componente fundamental desde la consolidación del cine sonoro, a fines de la década de 1920.
Lejos de ser un simple acompañamiento de la imagen, el sonido cumple funciones expresivas, narrativas y sensoriales. Permite guiar la atención del espectador, crear atmósferas, transmitir emociones y aportar realismo o estilo, según lo requiera cada toma, escena o secuencia.
Su uso no responde únicamente a criterios técnicos, sino también a decisiones creativas que definen el tono y la profundidad de una obra audiovisual.
El diseño sonoro en las producciones audiovisuales se estructura desde siempre en torno a tres componentes esenciales:
- Voces: implica todos los diálogos, narraciones, voces en off y cualquier otra emisión de sonidos hablados, sea ante cámaras o añadidos en postproducción de sonido.
- Efectos sonoros: en esta categoría se incluyen todos los sonidos de ambientación, ruidos de fondo o secundarios y los sonidos o efectos que son diseñados o añadidos artificialmente para construir la atmósfera auditiva que se pretende.
- Música y banda sonora: aquí se enmarcan todas las composiciones musicales utilizadas a lo largo del producto audiovisual, sean bandas sonoras originales, temas preexistentes, canciones con voces o instrumentales, etcétera.
Esta tríada de elementos determina qué es el sonido como columna imprescindible de la producción audiovisual, y se utilizan de forma estratégica para generar impacto en el espectador y enriquecer su experiencia.
Según los conceptos expresados en el artículo How Sound Design Plays an Important Role In Film (2023), publicado por el Dark Horse Institute (Tennessee, Estados Unidos), el sonido en las producciones audiovisuales tiene un papel esencial en la construcción narrativa de una obra audiovisual.
El uso intencionado del sonido puede modificar la percepción visual de una escena, generar climas emocionales específicos y reforzar el vínculo con el espectador.
Por estos motivos, la calidad sonora en una producción audiovisual no depende únicamente del aspecto técnico, sino también de la intención creativa que orienta su diseño. El trabajo articulado entre dirección, montaje y postproducción sonora permite lograr una coherencia estética que fortalece el impacto narrativo de la obra.
A su vez, el crecimiento de las plataformas de streaming y la disponibilidad de contenidos en múltiples formatos han contribuido a elevar las exigencias del público respecto a la calidad integral de las producciones. Esto incluye no solo los aspectos visuales y narrativos, sino también la fidelidad, coherencia y expresividad sonora.
En este contexto, se ha vuelto habitual hablar de audio inmersivo, un concepto amplio que refiere a las estrategias de diseño sonoro para generar experiencias auditivas más realistas.
Si bien el sonido envolvente tridimensional (como el que ofrece la tecnología Dolby Atmos) constituye una de sus expresiones más avanzadas, esto también puede construirse mediante el uso creativo de silencios, efectos ambientales o variaciones de intensidad que amplifican la sensación de inmersión del espectador en la escena.
Otro aspecto relevante es la accesibilidad sonora para distintos públicos. Las herramientas como los subtítulos personalizables, la audiodescripción para personas con discapacidad visual o la ecualización adaptativa para usuarios con diferentes niveles de audición son parte de los estándares recomendados a nivel internacional.
Así, la International Telecommunication Union (ITU) promueve la implementación de estos recursos en sus directrices para contenidos accesibles, para garantizar que los productos audiovisuales sean inclusivos en múltiples plataformas.
Comprender qué es el sonido en el ámbito audiovisual implica reconocer su valor técnico, expresivo y cultural en la creación de contenidos digitales.
Su papel trasciende lo funcional, formando parte integral de las decisiones creativas que definen la calidad y el impacto de las producciones contemporáneas.
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Casos recientes de éxito y tendencias en plataformas
El análisis de qué es el streaming y qué es el sonido puede completarse examinando algunas producciones que implican cambios en la forma tradicional de interactuar con las audiencias o presentar contenidos en los entornos digitales actuales.
Uno de los casos paradigmáticos es Black Mirror: Bandersnatch (Netflix, 2018), una película interactiva que permite a los espectadores tomar decisiones durante la reproducción, alterando el curso de la historia en tiempo real.
Esta propuesta se nutre de elementos propios de los videojuegos y los combina con estructuras audiovisuales tradicionales, dando lugar a una experiencia que desafía los formatos convencionales de la visualización de largometrajes.
Otro ejemplo que aprovecha las posibilidades del formato streaming es Kaleidoscope (Netflix, 2023), una miniserie estructurada de manera no lineal, donde cada espectador recibe los episodios en distinto orden.
Si bien la historia tiene un único desenlace, el orden de visualización varía para cada usuario, afectando la percepción del relato y la construcción de su sentido, algo muy difícil de lograr con los formatos tradicionales de difusión audiovisual.
Otro caso relevante es You vs. Wild (Netflix, 2019), un reality show interactivo que involucra al espectador en la toma de decisiones para guiar al protagonista en su aventura de supervivencia. Esta producción fomenta una experiencia de participación activa, donde cada elección modifica el desarrollo de la historia.
Las plataformas con fundamentos de red social, como Twitch o YouTube, han potenciado formatos de streaming en vivo con alta interacción entre creadores y audiencias.
En estas, el público no solo visualiza contenidos sino que también participa en tiempo real mediante chats, votaciones y acciones colaborativas.
Estos casos muestran cómo ciertas producciones experimentan con distintas formas de participación e interacción que reflejan una apertura a nuevas experiencias de visualización, diversificando los modos de relacionarse con el público y difundir contenidos en el contexto del streaming digital.
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