La conversación la guiaron cuestiones como cuáles fueron las condiciones de la creación artística, qué limitaciones implícitas y explícitas padecieron los artistas, cuál fue el rol de los medios en la difusión de eventos culturales y cómo se explicitó la censura.
El viernes 30 de junio, en el Auditorio de la Facultad de Comunicación y Diseño, conversaron el artista Mauricio Ubal —músico, compositor e intérprete, uno de los creadores de A redoblar, tema que se convirtió en un símbolo contra la dictadura—, la historiadora Vania Markarian —Doctora en Historia por Columbia University, que fue presidenta de la Asociación Uruguaya de Historiadores y actualmente es una de las coordinadoras del Archivo General de la Universidad de la República—, el periodista y escritor Gabriel Sosa —autor o coautor de dos libros de relatos, cinco novelas y tres trabajos de investigación— y el dramaturgo Álvaro Ahunchain —director teatral desde el año 1979, actual coordinador del Instituto Nacional de Artes Escénicas—. La charla la moderó el Lic. Jaime Clara, asesor de Proyectos Académicos de Comunicación y Cultura de la facultad.
Producir cultura “en islas de resistencia”
La Dra. Vania Markarian mencionó dos imágenes que aparecen en el contexto dictatorial: el apagón cultural y las islas de resistencia. “Simplificando: autoritarismo y cultura no pueden ir juntos, por lo que si hay autoritarismo no puede haber cultura”, explicó. “Entonces, su espejo perfecto es que, lo que se produjo, se produjo como en islas de resistencia”.
Existió una alianza entre los publicistas y los golpistas, porque hubo una campaña de publicidad muy profesional puesta al servicio de estas ideas.
Vania Markarian
Jaime Clara recordó que gran parte de las primeras obras de Álvaro Ahunchain fueron creadas en dictadura. “La efervescencia cultural de los años 60 era de una fortaleza y de una claridad, de una contundencia tal… Tengo la sensación de que eso no se repitió en la postdictadura”, comentó el dramaturgo. En el año 1967, por ejemplo, el 15 % de las obras teatrales estrenadas en el país eran de autores nacionales.
Según el director teatral, en el año 1977 empiezan a ser visibles “signos de rebelión” en el sector cultural. “Explota el movimiento del canto popular, empiezan a aparecer cada vez más recitales, cada vez más multitudinarios, primero tímidamente en el Teatro Astral, después en el Palacio Peñarol”, comentó. “Y se generan cosas muy importantes en el teatro: hay una reaparición del autor nacional”.
En aquel momento nos llamaban ‘la generación del silencio forzado’, pero yo preferiría llamarla ‘la generación del silencio ignorante’, ya que nos prohibieron el acceso a referencias culturales.
Álvaro Ahunchain
“Hay muchas cosas de las que sabemos muy poco”, opinó Markarian, coautora del libro 1975: año de la Orientalidad. “La experiencia y la memoria son insumos fundamentales, que están filtrados por lo que viene después. Cada pasado supone muchas más promesas de futuro que el presente que tenemos”.
De la censura permanente a “descubrir el mundo de golpe”
“Hay que imaginarse un país con un ejército de ocupación, donde no se vislumbraba cuándo iba a terminar”, graficó Mauricio Ubal. Cuando se dio el golpe de Estado, él tenía unos 13 años. “En mi caso, me hice y fui tomando conciencia. Para mí, crear y empezar a componer fue simplemente tomar los códigos que teníamos en ese momento”. Todo el contexto sociopolítico incentivó a ser “más poéticos, a no decir las cosas directamente: uno vivía con una censura previa permanente”.
Estábamos en una tesitura de tratar de crear cosas, que apuntaban a resistir, y crear un ámbito de esperanza, porque la gente lo requería y lo necesitaba.
Mauricio Ubal
“La dictadura nos arrebató toda una cultura y en su lugar se formó una cultura de resistencia”, recordó Gabriel Sosa. Él, como adolescente, sentía la necesidad de una cultura propia: mientras en el mundo explotaba el punk, en Uruguay se seguía escuchando la música de la generación anterior, “los discos que estaban ahí, porque no había acceso a nada nuevo”.
Está convencido que “el mundo exterior se paralizó totalmente”. Recién en los 80 empezó a abrirse camino nuevamente lo cultural, con la época de los semanarios y la llegada del canto popular, por ejemplo. “La dictadura nos robó colectiva e individualmente futuros enteros. En mi caso fue muy literal. Esto no quiere decir que fui un privilegiado, no. Fui un afortunado porque en mi familia no pasó a mayores, no perdí a nadie, no hubo represión”.
Culturalmente, era un páramo: la gente que militaba la pasaba muy mal y el resto de la gente estábamos sumergidos en esa sopa tibia que era la vida cotidiana.
Gabriel Sosa
https://www.youtube.com/watch?v=TcKT64rFcYg
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