Toda crisis representa una oportunidad. De cómo nos comportemos y reaccionemos, en este momento, puede depender el éxito o el fracaso del proceso educativo por el que han transitado nuestros jóvenes en estos meses. Por esa razón, es útil pensar cómo, a partir de esta crisis, hemos podido valorar lo que dábamos por sentado.
Los estudiantes, durante este periodo, vieron resentido el hecho de ir a clase, escuchar e intercambiar presencialmente con los profesores, el compartir el café con sus amigos en las pausas entre materias. Pero también han aprendido a manejarse de forma más autónoma, a controlar sus tiempos de estudio, a trabajar en grupos estando distanciados, a entrenarse para posibles formas futuras de teletrabajo.
Con sacrificio y desde el ensayo y el error, los docentes han logrado manejar las variadas herramientas tecnológicas de uso educativo. Están utilizando recursos que antes no se atrevían o desconocían. Hemos visto cómo emergió la creatividad y cómo se forzó la imaginación, propia de las situaciones críticas.
Es un tiempo de cambios profundos. Probablemente muchas de las prácticas que estamos utilizando, vinieron para quedarse. Por esa razón, resulta de interés reflexionar en profundidad acerca de qué aprendimos de la educación virtual y qué podremos seguir implementando y aplicando en la educación presencial.
Lección 1: no es necesario cambiarlo todo
La clave, tanto en la clase presencial como en la online, está en buscar formas de que los cursos funcionen para el mayor beneficio de los estudiantes.
No se trata de copiar lo que se hacía en la instancia presencial y trasladarlo al entorno virtual –o viceversa–, sino evaluar críticamente qué aspectos funcionan y son adecuados para cada modalidad, así como tener en claro qué se puede mejorar y potenciar.
No es necesario pensar un nuevo programa, sino rediseñar y ajustar los contenidos, las actividades, las interacciones y la evaluación, a la realidad en la que se está inmerso.
Y, fundamentalmente, lograr que la clase sea un lugar agradable y desafiante para estar. Fomentar un espacio donde los estudiantes se sientan cómodos, juega un papel crucial en el aprendizaje.
Lección 2: la importancia de la planificación
“No planificar implica planificar el fracaso”, aseguró el Dr. Alejandro Armellini –Dean of Learning and Teaching, University of Northampton–, en una entrevista realizada por la Dra. Denise Vaillant –secretaria académica del Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay–.
Un curso bien planificado estará impulsado al aprendizaje de los estudiantes: un diseño claro fomenta la seguridad del docente y es una inversión de tiempo que redunda en la calidad educativa.
Por esa razón, es clave definir previamente los objetivos de aprendizaje, seleccionar los contenidos a abordar, proponer actividades de aprendizaje valiosas, y definir la forma de evaluación, en coherencia con todos estos elementos.
Lección 3: la clase invertida, una nueva forma de aprender
Un elemento que dejó en evidencia la formación a distancia es la importancia de la clase invertida: un modelo que propone cambiar los tradicionales roles de enseñanza, para maximizar el tiempo de clase y realizar actividades de aprendizaje significativas.
En lugar de que el docente sea el encargado de exponer el conocimiento, esta modalidad permite que los estudiantes se preparen antes de las clases, a través de materiales que se facilitan, generalmente, a través de las plataformas educativas.
Luego, el espacio de clase es utilizado para aplicar lo estudiado previamente, para realizar ejercicios, resolver problemas, debatir o evacuar dudas. La clase invertida, de esa forma, fomenta el aprendizaje autónomo de los estudiantes y el desarrollo de niveles cognitivos complejos.
Se trata de un modelo clave, que permite romper con la clase expositiva y cambiar el rol del docente: de transmisor de la información a un facilitador del aprendizaje.
Pero la clase invertida, además, tiene otras ventajas. Como los materiales están disponibles en la web, se genera una mayor flexibilidad para que los estudiantes accedan al material las veces que deseen y le dediquen el tiempo que requieran, de acuerdo a sus necesidades.
Lección 4: aprovechar los beneficios de la tecnología
La tecnología puede facilitar e impulsar clases más dinámicas y activas. El tiempo que los docentes destinen en pensar cómo quieren fomentar el aprendizaje en sus estudiantes, será un tiempo bien aprovechado.
En un primer momento, es fundamental utilizar los recursos con los que los docentes se sientan más familiarizados y cómodos, para luego experimentar y probar, poco a poco, la incorporación de nuevas herramientas.
Conocer las distintas opciones amplía la posibilidad de elegir la que más se adapte a la tarea docente. Asimismo, permite el involucramiento de los estudiantes en una experiencia educativa diferente.
Lección 5: la relevancia de la interacción
El último elemento que quedó de manifiesto, en este tiempo de emergencia, fue la relevancia de aprender de otros y con los otros.
Es clave fomentar la colaboración y comunicación entre estudiantes y docentes. Herramientas que favorezcan el trabajo en grupo son de gran utilidad, dado que aumentan el sentido de pertenencia y favorecen la socialización. La resolución de casos, el juego de roles, las exposiciones grupales, entre otros, son otras buenas maneras de facilitar el aprendizaje a través de la comunicación interactiva.
Al mismo tiempo, conocer las experiencias de los colegas resulta un insumo muy útil, a la hora de innovar en la docencia. Los consejos, aciertos y errores que hayan vivenciado sirven de modelo y permiten aprender de sus prácticas, para poder aplicarlas o adaptarlas a los propios contextos.
Sea como sea, el docente debe ser un dinamizador del aprendizaje –tanto individual como grupal–, para propiciar el aprendizaje de los estudiantes.