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La sangre de los árboles: los entretelones del proyecto autónomo

16/11/2017
Juana Viale y Victoria Césperes son las productoras generales y protagonistas de la obra La sangre de los árboles. El lunes 6 de noviembre de 2017 compartieron su experiencia en el auditorio de la Facultad de Comunicación y Diseño.

El evento académico “¿Cómo lo hicimos?” contó con la participación de la docente Laura Pouso como moderadora.

La obra se exhibió en Montevideo, pero realizó una gira internacional. El objetivo del encuentro fue contar los entretelones del proyecto autónomo, de creación propia, que cumple tres años.

Evento académico: "Cómo lo hicimos" - noviembre 2017

El comienzo

Juana Viale y Victoria Césperes vivían en Santiago de Chile. Tras una masterclass se dieron cuenta que tenían mucha “sed” de hacer una obra de teatro que ellas mismas pudieran gestar.

“Por un lado, es bien complicado; por el otro, es lo más fácil”, indicó Viale. Empezaron a buscar textos. Convocaron a Luis Barrales, recomendado por unos amigos actores chilenos. Les dijo que no iba a dirigir nada que no hubiera escrito. Se empezaron a juntar, a charlar sobre qué querían contar.

En abril de 2015 estrenaron, sin haber hecho un ensayo general. El día anterior surgieron problemas y no lo pudieron realizar. Ahora tienen como cábala no hacer ensayos generales.

Actuaron en el Centro Cultural San Martín, en Argentina; en la Sala Verdi, en Montevideo. A través de la participación en festivales, recorrieron nueve países con su obra.

La producción

A Viale le llegaba un guión y decidía si aceptaba o no. Sin embargo, explicó que tener un proyecto propio brinda “otro poder de creación”.

Era la primera vez que ambas actrices producían un espectáculo. Además, en Chile, no conocían los costos, ni la gente. Se guiaron por las recomendaciones que les hacían.

Nunca tuvieron apoyos públicos ni privados, más allá de algunos fondos públicos puntuales que fueron utilizados en la distribución. “Es totalmente independiente”, explicó Laura Pouso. “Uno podría pensar que al ser una figura conocida o tener una trayectoria en otros ámbitos te van a apoyar y la verdad es que no. Cuando agarrás independiente, entrás a jugar en otra cancha: la de los independientes”, añadió.

En los números siempre les fue “pésimo”, de acuerdo con Viale, ya que los costos siempre fueron “más grandes”. De todas formas, dos años y medio después, siguen consiguiendo salas y el público continúa yendo a verlas.

Aunque admitió que “no hay una fórmula”, para la actriz argentina, en este tipo de proyectos es imprescindible tener muchas “ganas, inseguridad y deseo: con eso se puede hacer cualquier cosa porque la plata se puede conseguir”.

Viale aseguró que “las barreras son mucho más fáciles de derribar si uno cree en lo que hace”. Contó que, si bien algunos meses estaban en escena tres o cuatro veces por semana, el promedio de espectadores era de siete personas. “Era duro, pero muy reconfortante”, reflexionó. Ambas coinciden en que fue un aprendizaje.

Tanto ella como Césperes están de acuerdo en que fue un gran aprendizaje. Aunque es difícil, la actriz aseguró que “es posible vivir del arte”.

Lo universal

“Hacer algo propio es invaluable y seguir haciéndolo después de tanto tiempo más”, manifestó Césperes. A pesar de que hubo momentos que no fueron sencillos, considera que el proyecto “fue un laboratorio de experiencias como actrices y como productoras”.

En cuanto a los obstáculos atravesados, Viale recordó cuando se quedó sin voz durante una función. Destacó que justamente quedarse sin voz por los nervios era una característica de su personaje y no sabía cómo explicarle al público que esta vez no era el personaje sino la persona quien vivía esto en escena. Finalmente, logró hablar.

“Hemos salido juntas de las dificultades”, señaló Césperes, quien contó una situación similar: en un momento se engripó y pensó que no tendría fuerzas para hacer la función, pero pudo hacerla.

Para Viale, lo que hacen es “universal” porque está contado desde la emoción. De hecho, las actrices recordaron cuando se presentaron en Brasil, sin subtítulos, y tuvieron una respuesta positiva del público.

“Lo lindo del teatro es que no hay segunda toma, es ahí, lo que se comulga, la emoción que va vibrando y latiendo. Hay una esencia, una magia que sucede con el público indistinto a nacionalidades, países, creencias políticas, religiosas”, concluyó.

 

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