Media docena de profesionales del Diseño y la Comunicación trabajaron durante 15 días en el Media Lab de la Escuela de Comunicación —y, por supuesto, de forma remota—, siempre en contacto con el resto de los equipos, ubicados en Ámsterdam, Austin, Milán y Kyoto.
Esta instancia internacional se llamó Desafío de la migración y buscó, en las cinco sedes, aportar soluciones para los migrantes, en tiempos de alta movilidad.
Al finalizar el proceso, el equipo uruguayo se contactó vía Skype con su par japonés. Primero, los locales presentaron su proyecto: una aplicación colaborativa donde el migrante puede pedir ayuda (hacer preguntas, consultar recomendaciones) y los usuarios locales dar respuestas o ayudar a orientar. Los japoneses escucharon, preguntaron y volvieron a preguntar. Conversaron más de hora y media en idioma inglés. Luego llegó el turno de escuchar la propuesta del equipo asiático: una tarjeta que reúne toda la información sanitaria del paciente, sin importar su nacionalidad o si conoce el idioma del lugar.
Integrar
El equipo uruguayo se conformó con el docente de Comunicación Leroy Gutiérrez y los estudiantes Micaela Chebi, Federica Silva y Juan Espiga, la alumna de diseño Valentina Mejía y la coach, profesora del Media Lab, Daniela Golby.
Con perfiles bien marcados y bien distintos, plantearon una reunión inicial para conocerse y empezar a asignar roles y dividir tareas —algo que resultaba extraño siendo tan pronto, dado que no se habían visto ni trabajado juntos previamente—.
Sin embargo, eso no fue una contra sino algo a favor. “Jamás me hubiera imaginado una experiencia tan buena”, comentó Silva. “Cuando nos sentamos y vimos todo lo que había que hacer, en solo dos semanas, dije ‘¿en serio?’, ¡Hablar de roles con gente que no conocés!”. En tanto, Golby asegura que tuvieron mucha suerte. “A mí no me había pasado esto de trabajar con un equipo tan bueno, fue todo muy fluido, eso fue un plus porque la energía siempre estaba arriba”.
Espiga, que es estudiante de segundo año de Comunicación, valoró poder trabajar a la par con el resto de sus colegas.
Yo tenía muchas ganas, pero no sabía cómo iba a resultar. Cuando nos conocimos vi que había profesores, estudiantes, exalumnos; y todos podían no aportar nada si querían o aportar desde su punto de vista. Quiero destacar que, en este tipo de talleres de innovación, la persona llega con muchas habilidades en un área, tal vez, pero también va con la cabeza abierta a escuchar a otra persona; en esta mesa puede haber una persona que no tiene una carrera finalizada, como yo, y hablar a la par de alguien que tiene un postgrado.
Gutiérrez contó que, por ser venezolano, la temática le resultó “muy cautivadora”. Espiga dijo que su motivación fue: “Cualquier persona puede ser un migrante en cualquier momento”.
En acuerdo con su colega Espiga, Gutiérrez comentó: “No se trata tanto de venir a aprender algo sino de venir a poner en práctica cosas; lo interesante es proponer pequeñas soluciones, tampoco queríamos resolver todo, porque es inviable; el design thinking ayuda a no ser tan ambicioso sino a plantear objetivos más efectivos”.
Chebi, en tanto, remarcó la importancia de la empatía para poder trabajar sobre temas como la migración: “Tomarse el tiempo para ver el lado del otro y, después de eso, crear algo, pensando en sus necesidades y no por lo que tú quieras hacer desde tu lugar de local”.
“Yo lo haría de nuevo”, dice uno. “Yo también”, contesta otro y todos asienten con la cabeza.
Enfrentar el desafío
La temática sobre la que trabajaron los seis equipos fue la migración, el gran tema del siglo XXI, según coincidieron.
Daniela Golby, que es chilena, recordó su experiencia al llegar a Uruguay: “Me sentía muy perdida, me costó mucho la integración, sentirme incluida, que me invitaran a algún lado… Incluso me sentía perdida con cosas tan sencillas como el dialecto: por más que todos hablemos español, esto cambia, hay cosas que en Chile se dicen de una manera y acá son de otra. Yo nunca entendí qué era ‘bedelía’ hasta que estuve acá. Me costó mucho, no sabía, no tenía por qué. Todos esos detalles que parecen menores empiezan a afectar a alguien que viene de afuera”.
El resto del equipo comentó otras dificultades a nivel estructural en un proceso migratorio. Silva valoró que la legislación uruguaya defiende ampliamente el derecho a la movilidad, aunque “tiene ciertas trancas a los derechos (al trabajo, al estudio)”, por ejemplo, “pedir una constancia que acredite no ser un perseguido político”.
Un aporte a la solución
El objetivo que se planteó el equipo, entonces, fue que los migrantes pudieran contar con información clara y unificada sobre los grandes temas para integrarse efectivamente en un nuevo país. La plataforma, explicaron, se divide en dos partes: las necesidades inmediatas y las necesidades más complejas. “Es una especie de Uber: pedís ayuda y en un radio cercano a donde te encuentres, algún local te puede ayudar. Entonces se genera una red colaborativa entre los locales y los migrantes”.
Para una persona que nació y vive en Uruguay, dar una respuesta específica puede ser algo muy sencillo y, al mismo tiempo, eso puede ahorrarle un montón de tiempo buscando información a un inmigrante, sostuvieron.
“También nos hicimos la pregunta ¿por qué la gente va a ayudar?”, planteó Silva. “Como para captar a más gente, quizá no con una tendencia solidaria natural, pensamos en una red de beneficios para los locales, incentivos, descuentos, etcétera”.
Viabilizar la plataforma “sería genial”, acordaron. “Necesitaríamos presupuesto y más detalle en el modelo de negocio”, puntualizó Golby. A su vez, Silva apuntó que pueden haber “implementaciones más sencillas”: una red social o una plataforma o canal existente, que puedan “brindar esa información y generar un ida y vuelta, para experimentar y ver cómo funciona y, en base a eso, escalar”.
Pensar y diseñar
El design thinking es un proceso creativo que sirve para resolver problemas complejos. El objetivo es “generar ideas completamente nuevas, que pueden cambiar un sistema y romper con el statu quo”. Así lo definió hace un tiempo la coach de este proyecto, Daniela Golby.
Chebi remarcó que con esta metodología “ves todas las variables antes de implementar tu proyecto”.
Es como la receta para crear: cómo crear, ser imaginativo y calcular, ir siguiendo un paso a paso. La mezcla de querer crear algo nuevo y bueno, cómo hacemos esto práctico, qué se necesita.
El design thinking se puede aplicar en lo que refiere a “tu profesión, tu tema, tu especialización”, dice Silva. “Acá, a pesar de que seguramente ya tuviéramos empatía con el tema, era de cero, por lo que la etapa de contexto e investigación llevó tiempo y fue intensa”.
Por la propia metodología de trabajo, cada integrante tuvo que desafiarse a sí mismo en sus capacidades y en (lo que consideraban) sus limitaciones. Espiga insistió con esa idea: “No sabíamos hacer las cosas que finalmente hicimos; diseñar una aplicación era algo que ni idea, pero gracias a Daniela lo pudimos sacar. Más que aprender algo fue como aprender a programar un trabajo: cómo marcarnos plazos, cómo estructurarnos, cómo comprometernos”.