Mediante estrategias bien definidas, la comunicación corporativa habilita y promueve la cohesión interna y la alineación de los equipos hacia objetivos comunes, fortaleciendo la imagen y la reputación de la empresa.
En este artículo exploramos cómo una comunicación efectiva influye en el buen funcionamiento de las organizaciones, promoviendo un ambiente de trabajo colaborativo, mejorando la toma de decisiones y potenciando la relación con clientes, proveedores y demás públicos.
¿Qué es la comunicación corporativa?
No existe una respuesta cerrada y completamente definitiva a esta interrogante, pues su propia nomenclatura está en constante discusión y construcción. Puede que se hable de comunicación organizacional, empresarial, institucional o corporativa indistintamente, pero refiriendo a un mismo ámbito profesional.
Según sostiene el docente y autor Cees B. M. van Riel en su obra Principles of Corporate Communication (1995), la comunicación corporativa abarca todas las estrategias, procesos y herramientas que una organización utiliza para gestionar y difundir información. Esto incluye tanto de la comunicación interna entre empleados y departamentos, como de la comunicación externa dirigida a clientes, proveedores, inversores, medios de comunicación y público en general.
El objetivo principal de la comunicación corporativa es construir y mantener una imagen coherente y positiva de la organización, alineada con sus valores, misión y objetivos. Esto implica gestionar su reputación, crear mensajes claros y consistentes, y promover una cultura organizacional que fomente la colaboración y el compromiso entre los empleados.
Igualmente, una gestión de la comunicación corporativa eficaz optimiza la toma de decisiones, mejora la productividad, fortalece las relaciones con los públicos de la organización y contribuye a la resiliencia institucional en tiempos de crisis, constituyéndose como un factor crucial para el funcionamiento eficaz y el desarrollo sostenible de cualquier empresa.
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Principales tipos de comunicación corporativa
A grandes rasgos, en la comunicación corporativa se identifican dos áreas principales: la comunicación interna y la comunicación externa. Cada una de ellas juega un papel crucial en el buen funcionamiento y desarrollo de la organización.
La comunicación interna se refiere al intercambio de información dentro de la organización, incluyendo la interacción entre empleados, departamentos y distintos niveles jerárquicos.
Sus objetivos principales son promover la colaboración y el trabajo en equipo entre los empleados, asegurando mantener a todos los miembros de la organización estén informados y alineados con la misión, visión y objetivos de la empresa.
Así, puede mantenerse a los empleados motivados y comprometidos, transmitiendo mensajes claros y coherentes. Igualmente, la comunicación interna facilita la adopción de cambios organizacionales y nuevas políticas, y ayuda a identificar y resolver problemas internos rápidamente.
Por otra parte, la comunicación externa abarca todas las formas de comunicación dirigidas a las partes interesadas y públicos por fuera de la organización, como clientes, proveedores, inversores, medios de comunicación y público en general.
Sus objetivos incluyen la construcción y mantenimiento de una imagen positiva de la empresa en el mercado y el entorno, así como la gestión de su reputación y el vínculo con los medios de comunicación y otros públicos clave.
La comunicación externa es también fundamental para comunicar iniciativas organizacionales de responsabilidad y compromiso social, proporcionando información transparente y precisa a los inversores y accionistas.
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Gestión de crisis en la comunicación corporativa
La gestión de crisis en la comunicación corporativa se centra en la protección de la reputación de la organización y el mantenimiento de vínculos saludables con sus diversos públicos. Cuando una crisis ocurre, una gestión efectiva de la comunicación es esencial para mitigar los daños y recuperar la confianza.
Desde la perspectiva de los vínculos, la gestión de crisis implica mantener y reforzar las relaciones con empleados, clientes, proveedores, inversores, medios de comunicación y la comunidad en general.
Para lograrlo, es vital que la organización sea transparente y coherente, proporcionando información precisa y actualizada sobre cada situación y las medidas que se están tomando para resolverla.
En términos de reputación, la gestión de crisis se centra en proteger y restaurar la imagen de la organización, así como valorar el impacto de la crisis en ella. Una respuesta rápida y adecuada puede hacer la diferencia entre una crisis contenida y una situación que dañe irreparablemente la reputación de la empresa.
Esto implica contar con un plan de crisis bien elaborado que incluya portavoces capacitados, preparación de mensajes clave y la implementación de canales de comunicación efectivos. Ser honestos y transparentes también es fundamental: admitir errores y asumir responsabilidades permite fortalecer la credibilidad de la empresa a largo plazo.
Finalmente, la gestión de crisis debe ser proactiva y preventiva, identificando posibles riesgos y anticipando respuestas, monitoreando continuamente el entorno para detectar señales de alerta temprana.
Mejorar la competitividad con marketing y relaciones públicas
Mejorar la competitividad de una organización valiéndose del marketing y las relaciones públicas implica utilizar estrategias que aumenten la visibilidad de la empresa, fortalezcan su reputación y atraigan a más clientes y socios.
En el libro Strategic Planning for Public Relations (2024) sus autores, Deborah Silverman y Ronald Smith, enumeran diversas acciones de marketing y relaciones públicas que potencian la competitividad empresarial, destacando la sinergia entre ambas disciplinas.
Desde el marketing se desarrollan acciones relevantes, como la identificación y segmentación del mercado objetivo, enfocando esfuerzos hacia los consumidores con más probabilidades de convertirse en clientes.
Mediante investigaciones de mercado, se reconocen necesidades insatisfechas y oportunidades para desarrollar nuevos productos o mejorar los existentes, captando así nuevos clientes y reteniendo a los actuales.
Actualmente, el recurso del marketing digital resulta invaluable para aumentar la visibilidad de una empresa y atraer audiencias más amplias, mediante campañas personalizadas y el uso de análisis de datos para estudiar comportamientos de consumidores. Esto también es muy útil para mejorar la experiencia del cliente.
En cuanto a las acciones desde las relaciones públicas, la mencionada construcción y mantenimiento de una buena reputación corporativa es elemental para mantener y mejorar la competitividad empresarial. Esto incluye cuidar la imagen pública y gestionar crisis para minimizar daños.
Establecer y mantener buenas relaciones con los medios de comunicación puede asegurar una cobertura positiva y aumentar la visibilidad de la empresa. Las notas de prensa, las entrevistas y las apariciones mediáticas positivas ayudan a posicionar a la empresa ante el gran público.
Igualmente, las iniciativas de responsabilidad social empresarial y su difusión pueden mejorar la percepción pública de la organización y fortalecer la lealtad de sus clientes. Las acciones responsables y sostenibles generan una imagen positiva y atractiva para los consumidores y otros actores de interés, como accionistas y socios.
Por último, organizar y participar en eventos relevantes para su sector o su comunidad ayuda a mejorar la imagen pública de la empresa y a establecer relaciones valiosas. Los patrocinios de eventos, causas o instituciones también pueden fortalecer la presencia de marca y asociarla con valores positivos.
La sinergia entre marketing y relaciones públicas puede amplificar los resultados de sus acciones, potenciando la credibilidad y el alcance de la comunicación corporativa. La coordinación entre ambas disciplinas garantiza coherencia en los mensajes, reforzando el valor empresarial.
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